Días atrás, fui a mi mercado favorito de todo Los Ángeles a comprar yerba mate –la infusión de hierbas más conocida de Argentina– y, mientras recorría las góndolas, encontré una gran cantidad de productos provenientes de países de América Latina destinados a acumular los suspiros nostálgicos de todo aquel que necesita –de alguna forma– seguir unido a sus raíces. Camino a casa, comencé a conectar esta observación con la indumentaria autóctona que representa a las comunidades latinoamericanas.
Es menester mencionar que un atuendo tradicional es aquel que comunica las características auténticas de una región, nación o cultura. Este puede ser utilizado en la vida cotidiana o también en ocasiones especiales tales como bodas, funerales, festivales y celebraciones. Varios motivos justifican el uso de trajes típicos y estos pueden ser climáticos, religiosos, funcionales, históricos, y pare de contar…
Si comenzamos el itinerario en la región Sur del continente encontraremos que, tanto en Argentina como en Uruguay, el atuendo emblemático es el de gaucho.
La vestimenta de la mujer gaucha –también llamada paisana o china– es de características simples y está constituida por una falda larga y plana, sin enagua, una camisa de mangas largas y una especie mantilla tejida a mano. El calzado que utiliza son alpargatas de tela –livianas y sin taco– y su peinado se constituye de dos trenzas a cada lado de los hombros.
El hombre gaucho porta una camisa en colores claros, pantalón tipo babucha, botas de caña alta de cuero por encima del pantalón, sombrero o boina, pañuelo rojo atado al cuello y una especie de fajín, el cual sirve como soporte para colocar un cuchillo en la parte trasera de la cintura. Completa esta forma de vestir con las boleadoras: tres rocas recubiertas en cuero y atadas con sogas utilizadas para atrapar ganado.
Al trasladarnos al Oeste de la región Sur del continente americano –más precisamente al Norte de Chile y Argentina y parte de Bolivia– nos encontramos con la población Kolla, quienes habitan en el área andina de estos países. Su traje es habitualmente muy abrigado –y a la vez pesado– ya que las temperaturas cambian bruscamente entre el día y la noche. Las chaquetas que lucen son de colores brillantes acompañadas por un poncho de lana y sombrero negro.
Siguiendo el camino hacia el Noroeste de América del Sur, nos encontramos con Colombia. Describir el traje típico colombiano no es sencillo, ya que este país consta de varias regiones diversas entre sí y cada una posee prendas diferentes en sus detalles y composición. Sin embargo, se puede establecer que el traje masculino de Colombia es, en la mayoría de los casos, de dos piezas: camisa y pantalón en tonos neutros completado por alpargatas, sombrero y una faja ancha.
Las mujeres colombianas a la hora de hacer honor a sus tradiciones utilizan una blusa blanca con detalles de encajes y lentejuelas y una falda compuesta de colores vistosos, con dibujos florales pintados a mano. Una enagua suele utilizarse debajo de la misma. Cintas y flores en llamativos colores son los accesorios elegidos para decorar el cabello.
Continuando con nuestro derrotero por la zona Norte de América del Sur arribamos a Venezuela. Allí, la vestimenta típica del hombre se denomina liquiliqui y consta de una chaqueta, pantalón, alpargatas y sombrero de pelo de guama –una especie de fieltro proveniente de la piel del conejo o liebre–. Este traje está generalmente hecho de fibras naturales como algodón o lino, y los tonos más populares son el blanco, beige y marfil.
Para las mujeres, es habitual utilizar un vestido que consiste de una o dos piezas en la que la parte posterior se ajusta a los hombros. Si bien hay numerosas variaciones, los motivos más populares son, por un lado, aquellos floreados y con tonalidades vibrantes y, por otro, los que combinan en los volados de su vestido totalmente blanco encontramos los colores de la bandera venezolana. Las flores o cintas en el cabello y los collares son los detalles que completan esta vestimenta tradicional.
Y así llegamos a Panamá, país ubicado en América Central, donde el traje autóctono femenino se caracteriza por la abundancia en detalles. La famosa pollera panameña, consta de varias capas de tela repletas de encajes, apliques y volantes fruncidos que le otorgan gran dinamismo. En su mayoría, los motivos utilizados aluden a la naturaleza al bordarse plantas, pájaros y mariposas. Este atuendo se consuma con una gran cantidad de joyas en color dorado, camafeos y arreglos en el pelo.
El traje folclórico del hombre panameño puede reducirse a dos estilos muy característicos: por un lado, se usa la llamada cotona, una prenda de color blanco pero con diversos y coloridos motivos pintados a mano; y por otro, se suele utilizar una camisa blanca y pantalón negro. El detalle particular que completa este ropaje es el sombrero pintao: un accesorio de color crema con detalles de hilos en negro íntegramente realizado con fibras naturales y fabricado a mano.
Y en este recorrido por Centroamérica nos anclamos por un instante en México. El número de trajes mexicanos más representativos es cuantioso, con variantes en su diseño y telas que cambian según la zona del país y que, sin duda, son el resultado de la convergencia entre las culturas originarias y la española.
En la indumentaria tradicional de la mujer mexicana generalmente encontramos largas faldas completamente bordadas con lentejuelas y apliques, blusas blancas con detalles floreados y zapatos en tonos rojo o verde. El cabello suele ser adornado con apliques en los tres colores de la bandera del país.
Ahora bien, hay tres prendas que merecen una mención especial:
- El huipil: un blusón o vestido con elaborados trabajos de bordado en colores brillantes. Es confeccionado en tela de algodón, aunque también hay algunas versiones en terciopelo, lana y seda.
- El rebozo: un chal que se fabrica en innumerables colores y texturas con motivos geométricos o flores bordadas en su superficie y terminaciones tales como flecos o borlas.
- El quexquémitl: un poncho de origen indígena, tejido a mano, de extensión y gama multicolor.
El traje del hombre suele ser el de charro y consta de pantalón, camisa, chaleco, chaqueta, botines y corbatín. El traje está frecuentemente bordado en casi toda su extensión. El sombrero que completa este inconfundible atuendo está, en la mayoría de los casos, bordado y es de ala ancha.
Y finalizamos este trayecto en Cuba: un país caribeño donde –si bien la vestimenta típica masculina está conformada por la famosa guayabera combinada con un pantalón en color claro y sombrero–, también podemos encontrar a hombres llevando camisas atadas a la cintura y con mangas cubiertas en volados. El pantalón utilizado en este caso es blanco o negro.
La indumentaria representativa de la mujer cubana es el de un vestido largo hasta los tobillos, repleto de volados, generalmente ceñido a la altura de la cintura y que consta de colores y estampados muy vibrantes. Una especie de pañuelo o turbante cubre la cabeza y accesorios como moños, aretes, collares, flores, abanicos y canastas con frutas completan este característico atuendo.
Si bien es probable que muchos de nosotros no utilicemos prendas tradicionales, es importante entender que en América Latina hay numerosos pueblos y culturas autóctonas que continúan expresando su identidad a través de la vestimenta y, que el atuendo representativo de nuestra región puede ayudarnos a interpretar el recorrido cultural que ha experimentado a través de la historia.
Por motivos meramente relacionados a la extensión del texto, no he mencionado otros países latinoamericanos que forman parte de este repaso y que, de la misma manera, aportan su propia tradición a la hora de vestir. Con este artículo, espero poder despertar la curiosidad en todo aquel que quiera indagar acerca de ello.