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El cine popular mexicano a la conquista de Nueva York

Film at Lincoln Center y el Festival de Cine de Locarno anuncian la retrospectiva ‘Espectáculo todos los días: cine popular mexicano’.
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En una época donde la nostalgia es un elemento que prevalence e influye en los gustos de los públicos consumidores de la industria cultural, nada resulta tan apropiado como tener una retrospectiva fílmica que permita a las nuevas audiencias disfrutar de los filmes de antaño en la pantalla gigante de una sala de cine. Y eso es precisamente lo que propone la muestra Espectáculo todos los días: cine popular mexicano, una amplia revisión del cine mexicano desde los años cuarenta hasta los sesenta, que presentan el Film at Lincoln Center (FLC) y el Festival de Cine de Locarno, del 26 de julio al 8 de agosto.

Que Dios me perdone (1948)

Además de su atractivo nostálgico, esta retrospectiva resulta interesante porque cuenta con filmes recientemente restaurados que rara vez han sido proyectados, y en algunos casos nunca antes vistos, en salas de cine en los Estados Unidos. El público neoyorquino tendrá la rara oportunidad de experimentar de cerca este período único de la historia del cine mexicano al que se conoce como Época de Oro.

La noche avanza (1952)

Las décadas de los cuarenta, cincuenta y sesenta fueron un periodo de excepcional creatividad en México que dio paso a una época monumentalmente prolífica de grandes cineastas (entre ellos, Roberto Gavaldón, Emilio Fernández, Julio Bracho, Alejandro Galindo y Chano Urueta) y estrellas de la pantalla que conformaron un Hispanic Star System (María Félix, Fernando Soler, Cantinflas, Tin Tan, Ninón Sevilla, el Santo, Pedro Infante, Rebeca Iturbide, David Silva, entre otros).

El río y la muerte (1954)

Esta muestra fílmica se aboca a mostrar los innovadores planteamientos artísticos de la época que se manifiestan en sus diversidad de géneros. “Desde el cine negro, la placentera comedia y el melodrama escabroso—a veces todo en una sola película—hasta el espadachín en 3-D, el cine de horror con luchadores y vampiros y una película de superhéroes, estas exquisitas historias interpretaron e influyeron radicalmente en la cultura popular a través de grandes producciones que nos llevan a grandiosos cuadriláteros de lucha libre, frenéticos cabarets y clubes nocturnos, exquisitas haciendas, agitadas ciudades y a todos los lugares intermedios”.

Pueblerina (1949)

“Entre las obras fundamentales de los directores más apreciados de la época destacan: Llévame en tus brazos (1954), de Julio Bracho, recién restaurada en 4K, y la magistral Pueblerina (1949) de Emilio Fernández—ambas exquisitamente fotografiadas por Gabriel Figueroa—así como múltiples largometrajes de Alejandro Galindo (¡Esquina bajan! [1948], Espaldas mojadas [1955], La mente y el crimen [1961]) y de Roberto Gavaldón (La noche avanza [1952], Días de otoño [1963]); el melodrama sobre el trabajo sexual Trotacalles (1951) de Matilde Landeta, una de las primeras directoras del país; y la primera película en 3-D producida en México, El corazón y la espada (1953).

El rey del barrio (1949)

La serie también enfatiza los numerosos géneros y las inolvidables estrellas de la pantalla populares a lo largo de estas tres décadas: comedias protagonizadas por los íconos culturales Cantinflas y Tin Tan (El gendarme desconocido [1941], El rey del barrio [1949]), así como la comedia ranchera Los tres García (1947), la primera gran obra del director Ismael Rodríguez y la estrella Pedro Infante; el melodrama de espionaje (Que Dios me perdone [1948], protagonizado por María Félix) y largometraje en vena de cine negro con influencias musicales (El suavecito [1951]); el sangriento pueblo-western El río y la muerte (1954) de Luis Buñuel; el terror gótico atmosférico (El espejo de la bruja [1962]) y comedias macabras (El esqueleto de la señora Morales [1960]), películas de superhéroes de lucha libre (Santo contra las mujeres vampiro [1962] y La mujer murciélago [1968], proyectadas en una nueva restauración 4K), y mucho más”.

 

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