Con un montaje sobrio y un elenco de grandes actores, el Lincoln Center Theater revive Espectros (Ghosts, por su título en inglés) de Henrik Ibsen. El encargado de esta nueva y abreviada versión es Mark O’Rowe, un dramaturgo de origen irlandés cuyas adaptaciones incluyen otros títulos de Ibsen y Shakespeare; pero que también cuenta con piezas originales como From Both Hips, Made in China, Terminus, Crestfall y Our Few and Evil Days, entre otros.

En el caso de este montaje de Espectros, O’Rowe redujo su versión original de tres actos a uno, propiciando que la acción fluya ininterrumpidamente durante 1h 45m y consiga un mayor impacto en la audiencia. Desde luego, reseñar a los clásicos siempre supone cierta dificultad pues obligadamente se debe hacer un recuento de la temática de cada obra, así que aquí va…
La historia sucede en una distante isla noruega y en la escena inicial, Regina (Ella Beatty) rechaza la propuesta de su padre Engstrand (Hamish Linklater) de abandonar su trabajo como sirvienta de una casa adinerada para acompañarlo en su nuevo proyecto empresarial: una posada para marineros. Poco después se conocen los otros tres personajes que completan el elenco: el revendo del pueblo, Manders (Billy Crudup) quien también es asesor financiero y guía espiritual de la acaudalada viuda Helena Alving (Lily Rabe); ambos conversan con su joven hijo, Oswald (Levon Hawke), quien recién ha regresado de estudiar y vivir en París. Helena está por inaugurar un orfanato que llevará el nombre de su difunto marido. Pero aun desconoce las razones por las que Oswald ha regresado al hogar materno. Conforme avanza la noche en la que se desarrolla todo el conflicto, se irán revelando los secretos, descubriendo los rencores, confesando los amores y enfilando todo a un devastador final de sus personajes.

Es bien sabido que Ibsen plateaba en Espectros una fuerte crítica a los valores morales de su tiempo al referirse a escandalosos temas como incesto, hijos fuera de matrimonio, prostitución, ETS y hasta eutanasia. La diatriba del dramaturgo se percibe en el conflicto de los personajes: los jóvenes se rebelan contra las convenciones tradicionales de la sociedad. Oswald y Regina rechazan el destino al que Manders y Helena los condenan; incluso al final, ambos jóvenes terminan imponiendo su voluntad, aunque enfrentando distintas consecuencias por ello. Como dato curioso, Ibsen publicó Espectros al año siguiente de su exitosa Casa de muñecas, donde ya había escandalizado a la sociedad europea de finales del siglo XIX. Pero la obra no se estrenó en Noruega sino hasta después de haberse montado en Dinamarca y Suecia.

A nadie sorprende que esta exquisita versión de Espectros esté dirigida por Jack O’Brien, un veterano de las tablas, cuyo trabajo en musicales y obras de Broadway y Londres, óperas y cine ha sido galardonado en repetidas ocasiones. Con un tono clásico y moderado, O’Brien guía a su cuadro actoral por un contenido sendero que se libera con precisión al momento de la hecatombe final. Las actuaciones de Lily Rabe y Billy Crudup enardecen; mientras que las de Levon Hawke y Ella Beatty, conmueven. Personalmente, considero a Hamish Linktaker uno de los histriones más talentosos de su generación y aquí no decepciona.

La escenografía de John Lee Beatty otorga al montaje una elegancia que pocas veces se aprecia ya en los montajes de Broadway, que ahora tienden más a la economía estética de la modernidad. A lo que se añade el vestuario de Jess Goldstein y la iluminación de Japhy Weideman, que recrean a la perfección el asfixiante ambiente del corsé y las penumbras de las velas, nada más adecuado para las sombras fantasmales que atormentan a sus personajes.
En todos los montajes del Lincoln Center Theater prevalece la calidad y el refinamiento, tal es el caso de Espectros. Y es una verdadera contrariedad que la temporada de esta joya teatral sea tan breve, pues la escena neoyorquina merece más placeres como este.