Uno de los prodigios que el espectáculo teatral obsequia a su público es la posibilidad de transportarle a una ciudad diferente, en un continente distinto o quizá a una época distante o remota. Y ese es el gran atractivo que tiene la obra: Life of Pi (La vida de Pi), una adaptación de la exitosa novela homónima de Yan Martel que también fuera llevada al cine bajo la dirección de Ang Lee.

La historia que se aborda en Life of Pi es un maravilloso ejemplo de la oportunidad que se tiene para poder convertir la peor desgracia en una experiencia enriquecedora. De acuerdo con la anécdota central: el personaje principal, Pi, viaja en barco con su familia desde la India hacia Canadá y en plena travesía marítima el navío naufraga. En este cambio domiciliar, Pi y sus familiares llevan consigo a los animales salvajes que habitaban en un zoológico de su propiedad.

Tras el percance, Pi se convierte en el único sobreviviente humano gracias a que alcanza a refugiarse en un bote salvavidas; sin embargo, el instinto de supervivencia animal provoca que otras criaturas salvajes también lleguen la embarcación: una hiena, una cebra, un orangután y un tigre de Bengala. Como es de esperarse, la ley de la selva terminará por imponerse dejando solo a los dos más fuertes contrincantes: el humano y el felino. Quienes deberán de aprender a coexistir en estas limitadas condiciones hasta encontrar su salvación.

El montaje de Life of Pi mantiene su historia llena de magia y misticismo: los humanos cuidan de los animales, mantienen respeto por cada especie y conviven en armonía. Su protagonista, Pi, tiene una espiritualidad muy peculiar que le permite conocer las diversas religiones que se practican en su natal pueblo de Pondicherry, en la India. Y como dato curioso, tras el naufragio en el océano Pacífico, Pi es rescatado en las costas mexicanas del estado de Jalisco, en un pueblo llamado Tomatlán. Esto provoca que los primeros diálogos que se escuchen en la obra sean en español.

Pero la verdadera atracción de Life of Pi son las marionetas con las que se da vida a las criaturas salvajes que representan una parte vital del relato. Los asistentes al teatro quedan maravillados ante el trabajo de los artistas que reproducen aquellos movimientos de los animales con un realismo impresionante. La recreación es tan efectiva que la gente se regocija al ver las mariposas volar, los cardúmenes nadar y, desde luego, cuando el orangután, la hiena o la cebra recorren el escenario. Pero la admiración es mayor cuando el tigre de Bengala hace su aparición, pues la coordinación de los titiriteros pareciera otorgarle vida propia. Este tigre es afectuosamente llamado Richard Parker, debido a una confusión con el nombre del responsable que aparecía en la caja donde trasladaron al animal.

No es coincidencia que los premios Tony que Life of Pi ganó este año fueran los del diseño de escena, iluminación y sonido, pues es en estos rubros donde el montaje hace un inmenso despliegue de creatividad. Por supuesto, también contribuyen la dirección de Max Webster y la acertada adaptación de Lolita Chakrabarti. Aunque el verdadero genio de la obra es Finn Caldwell por diseñar y dirigir los movimientos de los títeres.
Life of Pi permanece en cartelera hasta el 23 de julio. Para boletos y horarios, consulte el sitio web: lifeofpibway.com
2 thoughts on “Life of Pi: el épico viaje de un joven y su tigre de Bengala”
Life of Pi fue una película que me impactó por historia y los valores que manejo, los fantásticos escenarios que mostraron en pantalla, pero el lograr esa fantasía en la realidad del teatro y ese misticismo de la historia definitivamente conectará con la gente y será
Un gusto poder apreciarla . Excelente reseña Fer !
Valoro mucho tu opinión. Pocas veces tenemos la oportunidad de conocer la visión de nuestros lectores… ¡Gracias!