El teatro tiene el poder de dar vida a los pensamientos más íntimos y personales de sus autores. Y en esta ocasión el dramaturgo puertorriqueño, Ian Robles, ha confeccionado en Lío un relato escénico con visos universales al abordar un tema muy privado: la búsqueda (ya sea individual o colectiva) de una identidad propia.
Y es que pocas veces la elección de una ciudad para el estreno de una obra resulta tan acertada como en el caso de Lío que llega a la escena neoyorquina a continuar el incesante debate sobre el colonialismo que, según ciertas opiniones, tiene asediado a Puerto Rico y ha condenádolo a una perpetua dependencia. Dada la controversia que genera este tema, es muy pertinente observar que se trata de un montaje cuyo autor, director e intérpretes son boricuas que conocen a fondo, y mejor que otras nacionalidades, el conflicto planteado en el texto.
En Lío hay tres personajes que se alían y colisionan de acuerdo con las fluctuantes circunstancias de la guerra hispano-estadounidense en la isla: Teresa (Karina Curet) es la madre de Lío (Jorge Sánchez Díaz) un joven pescador que rescata con sus redes a Chris (Bryan J. Cortés), un marino estadounidense que ha extraviado a su tropa. Debido a que enfrentan una barrera comunicativa, los mensajes entre madre e hijo y extranjero se distorsionan y hasta resultan opuestos: los isleños creen que serán liberados del yugo opresor y el extranjero vislumbra una oportunidad de crecimiento económico.
Robles propone en Lío un juego múltiple a su lector y el director, Mario Colón, lo ejecuta infaliblemente. El primer juego es verbal: al conocerse pescador y marino se presentan, y Leo escucha su nombre pronunciado fonéticamente en inglés lo que resulta ser un atisbo del conflicto, problema o lío que se desarrollará en la trama. Tampoco es fortuito que el marine estadounidense se llame Chris, apócope de Christian o Christopher, una referencia religiosa al supremo salvador.
La propuesta lúdica que continúa se dedica a manipular los sentimientos y queda evidenciada a través de los parlamentos de los isleños: ¿queremos ser liberados de España? ¿Estamos mejor con los ‘americanos’? Respecto a dichos cuestionamientos, Teresa no termina de confiar en los estadounidenses pero Lío ve con mejores ojos el futuro gringo. Sin embargo, el público tiene muy claro para qué lado se inclina la balanza. En una escena hilarante, Chris le otorga a ambos boricuas la ciudadanía ‘americana’ como un gran premio tras haber anexado a Puerto Rico como territorio.
Este sube y baja emocional está bien planteado por el director del montaje, quien también dota a sus escenas con un ritmo trepidante y aprovecha al máximo los grandes dotes histriónicos de sus actores. De igual modo, Colón conduce hábilmente al espectador a través de los juegos temporales del texto que exigen la atención del espectador para no perder el hilo de la historia.
El armónico ensamble de los elementos teatrales en Lío lo convierten en un montaje reflexivo pero provocador, que permite a su audiencia imaginar un futuro diferente en el devenir histórico de la Isla del Encanto. Con pasajes que rayan en el realismo mágico y mucha simbología, Lío es una sólida propuesta de la nueva dramaturgia hispana en Estados Unidos: aquella que recoge las temáticas que conforman y torturan a esta acrisolada comunidad hispanoparlante.
Resulta difícil imaginar una mejor manera de festejar las tres décadas de la compañía Teatro Círculo que con esta serie de espectáculos escénicos dedicados a la comunidad latina de Nueva York. Y enmarcar esta celebración en el contexto del Teatro Fest 2024 brinda de una fuerte estructura al festival y la compañía teatral.
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