Imagen: Academia Sueca / Premios Nobel.
Imagen: Academia Sueca / Premios Nobel.

Louise Glück: poemas en español de la Premio Nobel de Literatura 2020

La poeta neoyorkina Louise Glück ha recibido el Premio Nobel de Literatura 2020. En este artículo presentamos algunos de sus poemas más memorables traducidos al español.
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El nombre de Louise Glück (New York, 1943) no es desconocido por la colectividad hispana. Ahora que le han otorgado el Premio Nobel de Literatura 2020, es bueno recordar que los textos de la poeta neoyorkina han sido generosamente difundidos en el mundo hispano. El peruano Eduardo Chirinos, por ejemplo, tradujo The Wild Iris (El iris salvaje) para la editorial Pre-Textos de España, el año 2006, y su compatriota Miluska Benavides hizo lo mismo, en 2015, con ocho bellos poemas para la revista limeña Lucerna.

Glück es profesora adjunta en el departamento de Inglés de Yale University; y ahora esa casa de estudios, muy orgullosa, abre su página web citando a la Academia Sueca quien señala que la maestra obtiene el Nobel “for her unmistakable poetic voice that with austere beauty makes individual existence universal” [“Por su inconfundible voz poética que con austera belleza hace universal la existencia individual”].

Louise Glück ha obtenido casi todos los galardones que un poeta quisiera ganar: el Premio Nacional de la Crítica, el Premio Pulitzer, el premio otorgado por los implacables lectores de la revista The New Yorker, el Premio Bollingen, el Premio Nacional Bobbit otorgado por la Biblioteca del Congreso de los EE. UU., el Premio William Carlos Williams que otorga la Asociación de Poetas de los EE.UU., y algunos otros más que promocionan instituciones como la Guggenheim y la Rockefeller. Y como si fuera poco, el presidente Barack Obama le entregó la Medalla Nacional de Humanidades en 2015. 

Celebramos el Premio Nobel que merecidamente conceden a la poeta neoyorkina y lo hacemos presentando algunos de sus poemas traducidos al español por Miluska Benavides, publicados en el número 7 de la revista Lucerna (Lima, 2015).

Fuente de imagen: La academia Sueca.



LOS NIÑOS AHOGADOS


Ves, no tienen juicio.
Así que es natural que se ahoguen,
primero se los tragó el hielo
y después, todo el invierno, sus bufandas de lana
flotaban tras ellos mientras se hundían
hasta que al fin se quedaron quietos,
y la laguna los alzaba con sus múltiples y oscuras manos.

Pero la muerte deberá llegarles de una forma diferente,
tan parecida al comienzo,
a pesar de que siempre habían sido
ciegos y ligeros. Por eso
el resto es soñado, la lámpara,
la gran manta blanca que cubría la mesa,
sus cuerpos.

Y aún escuchan los nombres que usaban
como señuelos deslizándose sobre la laguna:
¿Qué estás esperando?
Vuelve a casa, vuelve a casa, perdidos
en las aguas, azules y permanentes.

De: Descending Figure (1980)



MÚSICA CELESTIAL


Tengo una amiga que aún cree en el cielo.
No es tonta, incluso con todo lo que sabe, literalmente habla con Dios.
Piensa que alguien escucha en el cielo.
En la tierra es inusualmente competente,
valiente también, dispuesta a enfrentar la adversidad.

Encontramos en el suelo una oruga en agonía: las hambrientas hormigas trepaban sobre ella.
Me conmueve siempre el desastre, siempre dispuesta a resistirme a la vitalidad,
aunque también con timidez, lista para cerrar los ojos;
mientras mi amiga podía esperar y dejar que los eventos pasaran
según la naturaleza. Para mi consuelo, ella intervino
quitando algunas hormigas encima del animal caído, y la puso
al lado del camino.

Mi amiga dice que yo cierro mis ojos a Dios, que solo eso explica
mi aversión a la realidad. Dice que soy como un niño que entierra su cabeza en la almohada
para no ver, el niño que se dice a sí mismo
que la luz produce tristeza.
Mi amiga es como la madre. Paciente, exhortando a
que me despierte adulto como ella, una persona osada.

En mis sueños, mi amiga me reprocha. Estamos yendo
por el mismo camino, aunque ahora es invierno;
me está diciendo que cuando uno ama al mundo escucha la música celestial:
mira arriba, dice. Cuando miro arriba, no hay nada.
Solo nubes, nieve, un blanco movimiento en los árboles
como novias saltando a gran altura.
Entonces temo por ella; la veo
atrapada en una red puesta intencionalmente sobre la tierra.

En la realidad, nos sentamos al lado del camino, viendo el sol caer;
de rato en rato un canto de pájaro atraviesa el silencio.
En este momento ambas tratamos de explicar el hecho de
que estamos en paz con la muerte y la soledad.

Mi amiga dibuja un círculo en la tierra; dentro, la oruga no se mueve.
Siempre está tratando de hacer algo definitivo, hermoso, una imagen
que exista separada de ella.
Nos quedamos muy calladas. Es muy tranquilo sentarse aquí, sin hablar, la composición
fija, el camino que se vuelve oscuro de repente, el aire
que se enfría, aquí y allá las rocas brillan y relumbran.
Esta es la quietud que ambas amamos.
El amor de la forma es el amor de los finales.

De: Ararat (1990)



EL IRIS SALVAJE


Al final de mi sufrimiento
había una puerta.

Escúchame bien: aquello que llamas muerte
recuerdo.

Sobre mí, ruidos, ramas de un pino moviéndose.
Luego nada. El débil sol
parpadeaba sobre la superficie seca.

Es terrible sobrevivir
como conciencia
enterrada en la oscura tierra.

Luego se acabó: aquello que temes, ser
un espíritu, incapaz de
hablar, terminar abruptamente, la rígida tierra
se inclina un poco. Y lo que pensé eran
aves lanzándose sobre los bajos arbustos.

Tú que no recuerdas
tu paso desde el otro mundo
podría decírtelo otra vez: lo que sea
que regrese del olvido vuelve
para encontrar una voz:

desde el centro de mi vida vino
una gran fuente, sombras de azul intenso
en celeste agua de mar.

De: The Wild Iris (1992)



UNA AVENTURA


1.
Se me ocurrió una noche mientras quedaba dormida,
que había terminado con esas aventuras amorosas
de las que fui largo tiempo esclava. ¿Acabada para el amor?
mi corazón murmuró, a lo que respondí que muchos densos descubrimientos
nos aguardaban, esperando, al mismo tiempo, que no se me pidiera
nombrarlos, porque no podría. Pero la convicción de que existían,
¿en realidad servía de algo?

2.
La siguiente noche trajo el mismo pensamiento,
esta vez vinculado a la poesía, y en las noches que siguieron
otras varias pasiones y sensaciones, de la misma forma,
se apartaron para siempre, y cada noche mi corazón
protestaba por su futuro, como cuando a un pequeño se le priva de su juguete favorito.
Pero estas despedidas, dije, son el curso de las cosas.
Y una vez más aludí al vasto territorio
que se abre ante nosotros con cada despedida. Y con esa frase me convertí
en un caballero glorioso que marcha hacia el crepúsculo, y mi corazón
se convirtió en el corcel sobre el cual cabalgaba.

3.
Yo estaba, como sabrás, ingresando al reino de la muerte,
aunque por qué este paisaje era tan convencional
no sabría decir. Aquí también los días eran muy largos
mientras los años cortos. El sol se hundía tras la distante montaña.
Las estrellas brillaban, la luna oscilaba. Pronto
los rostros del pasado aparecieron frente a mí:
mi madre y mi padre, mi pequeña hermana; ellos no habían, al parecer,
terminado lo que tenían que decir, aunque ahora
podía escucharlos porque mi corazón estaba tranquilo.

4.
En este punto alcancé el precipicio
aun no la senda, la vi descender hacia el otro lado;
aun habiéndose igualado al terreno, continuaba a esta altura,
tan lejos como el ojo puede ver, aunque gradualmente
la montaña que la sostenía se disolvió del todo
así que me encontré a mí misma cabalgando firmemente sobre el aire.
Por todas partes los muertos me alentaban, la alegría de encontrarlos
desaparecía por la labor de responderles.

5.
Así como todos fuimos de carne,
ahora éramos tiniebla.
Así como antes éramos objetos con sombra,
ahora éramos sustancia sin forma, químicos vaporizados.
Sho, sho, decía mi corazón,
o quizá no, no. Era difícil saber.

6.
Aquí acabó la visión. Estaba en mi cama, el sol de la mañana
se elevaba, el edredón de plumas
se apilaba sin criterio sobre la parte inferior de mi cuerpo.
Tú estuviste conmigo;
había una hendidura en la almohada de a lado.
Habremos escapado de la muerte,
o ¿sería esta la vista desde el precipicio?

De: Faithful and Virtuous Night (2014)

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