Es bien sabido que la gastronomía mexicana, junto a la peruana, lideran el ranking en la gastronomía latinoamericana por muchas razones, pero sobre todo porque no hay cómo combatirles en términos de variedad, sabores, texturas, colores y -más que nada- en años de historia.
En esta urbe de hierro, hay cientos de lugares para descubrir y saborear algunos de estos manjares, cuyos ingredientes, muchas veces, pueden llegar a ser milenarios. Sin embargo, en muchos lugares (obviamente, no en todos) varios restaurantes mexicanos (que no se me enoje el editor de este portal porque no será un ataque sino una observación) cometen el sacrilegio de brindar una típica carta fácil, llena de tacos y fajitas, dejando de lado decenas de exquisiteces que se cocinan a diario en el país azteca y que superan ampliamente las opciones mencionadas.
Claro que hablar de gastronomía mexicana sería adentrase también en sus distintas regiones geográficas y, por ende, en la variedad que estas ofrecen. Por ello, hacer una lista sería un error que acarrearía imperdonables omisiones.
Por ejemplo, un buen mole poblano (aquella salsa de chile que mezcla una gran cantidad de especias, y que va aderezada con chocolate) o una sopa de lima (platillo típico de la península de Yucatán) que es un exquisito caldo de pollo sazonado con un toque de chile y trozos de tortilla hace sentar a cualquier comensal a la mesa en segundos. Al seguir pensando en sopas y caldos, llega a la mente el pozole que es también un manjar obligado, preparado como caldo o sopa a base de granos de maíz al que se le agrega carne, cebollas, tiras de lechuga y ¡rábanos!
Y cuando se recorre la costa norte del Pacífico, los aguachiles, típicos de la zona de Sinaloa o Baja California, son absolutamente deliciosos. En ellos, los camarones crudos se marinan en salsa de lima, cilantro y pimienta (una especie de ceviche) que se mezcla con cebollas y pepinos y es una exquisita opción en días de verano.
Y se podría seguir nombrando platillos de esta gastronomía tan rica en sabores, sin tener que caer solamente en los tradicionales tacos. Pero todo indica que el habitante de la Gran Manzana tiene que esforzarse para encontrar lugares variados y no caer en el cliché.
El pasado fin de semana, paseando por la zona de Washington Square, decidí sentarme a tomar un brunch en una terraza a la que el daba el sol, porque sabemos que aún los días no están siendo ciento por ciento veraniegos. Y al recibir la carta, me di cuenta de que estaba en el restaurante mexicano @doscaminos. Y una vez más, para mi sorpresa, la variedad de la carta no salía más allá de los tacos y enchiladas.

Como entrada, el infaltable guacamole, era la estrella del lugar. Aplaudo al plato, sobre todo por la presentación, ya que venía en un precioso mortero de piedra (llamado molcajete, una palabra que deriva de la lengua de los aztecas) que le daba un toque muy exótico y la cantidad era más que abundante.
Y al hablarde los burritos y tacos, sí debo decir que había mucha variedad. Vegetarianos, veganos, con distintas carnes y su variedad también se extendía a las salsas, pero no mucho más que eso.
El que yo tomé (pollo y chile) estaba delicioso, pero (como se dijo desde el principio) me quedé con ganas de un plato más elaborado, donde el arroz o los fríjoles, o los buenos pimientos, o un buen aderezo, fueran la estrella de mi brunch y me invitaran a volver pronto.
Bueno, no ha sido el caso. Y no se debe al sabor, pues la sazón era perfecta, sino a la falta de variedad y creatividad.
Como me suele pasar, cuando una gastronomía ha ido ganando terreno y deleita a propios y extraños, me gusta no solo disfrutarla, sino compartirla y recomendarla. ¡Hoy te pido ayuda! Si usted, querido lector, conoce aquellos rincones en la gran ciudad que yo aún no he tenido posibilidad, avíseme y armemos plan. Porque seguramente hay exquisiteces esperando por mí y ¡yo sin haberlas encontrado aún!