Trasladar una historia de Hollywood a Broadway siempre ha sido una labor titánica cuyos resultados son poco predecibles. Si bien se puede dar cuenta de grandes aciertos como Sunset Boulevard, El rey león o Moulin Rouge!, en los últimos años muchos musicales no han corrido con tanta suerte, valga mencionar a Tootsie, Pretty Woman o Mrs. Doubtfire.
El mismo principio de incertidumbre pareciera aplicar al trayecto inverso: musicales que van de la escena a la pantalla. Entre aquellos ejemplos recientes de dudoso éxito están: In the Heights, Tick, tick… Boom! y Dear Evan Hansen. Aunque este fatal destino no siempre fue así, pues los musicales más clásicos corrieron con mejor suerte: The Sound of Music, My Fair Lady & West Side Story.

Y dentro de todos los musicales que Broadway tiene actualmente en cartelera, New York, New York entra en esa categoría que llega del cine al teatro. El filme, originalmente dirigido por Martin Scorsese en 1977, tuvo como protagonistas a Liza Minelli y a Robert De Niro y contó con la música de John Kander y Fred Ebb, quienes compusieron la melodía del título que posteriormente se convertiría en una de las más reconocidas en el mundo entero. Para esta versión teatral destaca la presencia de Lin-Manuel Miranda, quien tras la defunción de Ebb, fue el encargado de las letras de las canciones adicionales del musical.

New York, New York cuenta con un libreto adaptado y actualizado por David Thompson y Sharon Washington que le dieron un giro a la historia original y le imprimieron una visión contemporánea de inclusión, representatividad y tolerancia, retratando de manera (¿in?)voluntaria la utópica ciudad a la que todos los neoyorquinos aspiran. Y como resultado de esta transformación multiétnica los personajes son ahora: Jimmy Doyle (Colton Ryan) un jazzista irlandés que une su talento a la cantante afroamericana Francine (Anna Uzele) y a sus sueños de éxito musical se suman los del percusionista cubano Mateo Díaz (Ángel Sigala) y del violinista polaco Alex Mann (Oliver Prose), entre otros tantos.

Pero además de su diversidad racial, la gran sorpresa de New York, New York es que incluye varias escenas interpretadas completamente en español, un fenómeno pocas veces visto en los escenarios de Broadway. Hay un par de cuadros donde el personaje del músico cubano conversa con su madre y dichos diálogos se realizan sin subtítulo alguno. Desde luego, el contexto facilita el entendimiento del renuente público estadounidense, pero estas escenas no dejan de ser un avance significativo en la representación de una realidad tan palpable en este país.

Es inevitable pensar que la figura del omnipotente Lin-Manuel Miranda está detrás de tan importante logro para el idioma español, pues solo su presencia tan influyente en la industria teatral podría conseguir tal proeza lingüística. Aunque hay que reconocer el voto de confianza de la directora, Susan Stroman, quien demuestra una vez más que su forte son las secuencias de baile y, en esta ocasión, incluye un alucinante número de tap -al más puro estilo de Broadway- en el que unos trabajadores de la construcción danzan desaforadamente en la estructura metálica de un futuro rascacielos. Otro de los aciertos de Stroman es que presenta a la ciudad en todas las estaciones del año y aquellos puntos icónicos que hacen el deleite de sus visitantes: la estación de trenes Grand Central, la plaza de Times Square y hasta el fenómeno de luz Manhattanhenge.

El final de New York, New York es inolvidable: una parte del proscenio se desplaza hacia el patio de butacas llevando sobre sí a la multiétnica orquesta y a la gran vocalista para ejecutar la canción que el público lleva esperando desde el inicio de la obra. El éxtasis es tal que toda la sala se pone de pie y en un febril arranque de emoción corean la tonada, ratificando uno de los parlamentos que se dicen con anterioridad: “nunca apuestes contra Nueva York”.

New York, New York se mantiene en cartelera regular. Para horarios y boletos, consulte el sitio web: newyorknewyorkbroadway.com