Usualmente, un montaje solo aspira a crear entre su público una conciencia social que -a la postre- tiene la posibilidad de propiciar una transformación. Pero en contadas ocasiones, el teatro adquiere el poder de convertirse en generador del cambio político, social o cultural, al gestar el pensamiento crítico que dará paso a las acciones.
Una dramaturgia consciente y responsable es propensa a revisar los errores cometidos a fin de enmendarlos o rectificar el camino, si es que aún queda tiempo. Pero lo que sí tiene una efectividad probada es abordar la problemática desde la comedia para lograr así que el público adquiera cierto nivel de conciencia de su precaria situación.

A fin de comprobar la eficacia de la comedia para exponer y profundizar cualquier problema, basta revisar un poco de la historia del teatro universal: ya sea de Plauto a Molière, o bien de Shakespeare a Shaw; aquellos autores que recurren al humor para abordar temáticas de gravedad son quienes gozan de más aprecio entre la audiencia.
Sin embargo, en lo que va del este siglo, Broadway ha mostrado un interés por obras de teatro que abordan los temas políticos con mayor solemnidad. Entre algunos autores y sus obras están las del dramaturgo inglés Peter Morgan: Frost/Nixon (2007), sobre la infame entrevista entre estos dos personajes; The Audience (2015), donde describe la historia inglesa a partir de la audiencia semanal que sostiene la reina Isabel II con sus primeros ministros; y la más reciente, Patriots (2024), en la que su protagonista debe sobrevivir en la Rusia tras la caída del Bloque Socialista.

También están las obras de dos autores estadounidenses: Robert Schenkkan, con sus historias ambientadas durante la presidencia de Lyndon B. Johnson: All the way (2014) y The Great Society (2019). Y la única que se decantó por abordar la política con una venia humorística, poco antes de las elecciones que llevarían a Donald J. Trump a la presidencia de EE.UU., The Terms of my Surrender (2017) de Michael Moore.
Y en esta temporada ha llegado a la escena neoyorquina una obra titulada N/A del autor de origen chileno, Mario Correa. ¿Y qué significado posee este críptico nombre? Primero que nada es un juego de palabras, pues bien remite a la abreviación de Not Available, que traduce como No Disponible… Pero realmente la referencia es a las iniciales de sus protagonistas: Nancy (Pelosi) y Alexandria (Ocasio-Cortez), dos de las diputadas más prominentes de la Cámara Baja en el Congreso de los Estados Unidos.

Correa, quien durante años trabajó como asistente de la congresista Constance A. Morella capitaliza al máximo este profundo conocimiento de la situación política en la Cámara de Diputados para confeccionar un discurso poderoso, impregnado de conocimiento e intensos diálogos, en la que sus protagonistas atrapan a la audiencia desde el inicio y la llevan en vilo por una emocionalidad que devasta y afrenta pero que deja una luz de esperanza. Dichos parlamentos impactan a la audiencia en diferentes niveles: los incomodan con algunas realidades, los indignan al denunciar ciertas vejaciones, los enardecen al confrontar injusticias, pero sobre todo los invitan a pensar en la dinámica actual del sistema politico estadounidense.
Es quizá por esto que el discurso de N/A es dialéctico de principio a fin y, en todo momento, plantea la dualidad que conforman sus protagonistas. Cual yin y yang, Nancy Pelosi y Alexandria Ocasio-Cortez (AOC, son sus populares iniciales) son los polos opuestos pero complementarios del empoderamiento femenino estadounidense: pertenecen a dos generaciones distintas y hay entre ellas una diferencia de edades de varias décadas (brecha generacional). Pelosi proviene de familia acomodada, mientras que AOC es una sobreviviente de la clase media (disparidad económica). Sin olvidar el aspecto racial: una es privilegiada por su tez; la otra, segregada por la suya (etnicidad). Y también está su desempeño: N es una experta con años de servicio, mientras que A es una novata que apenas ocupó su curul (experiencia laboral).

N/A es un montaje moderno y minimal que, en manos de la experimentada directora Diane Paulus, se vuelve un trepidante tour de force. En tan solo 90 minutos, Paulus conduce a su audiencia por un recorrido de los periodos legislativos desde que Pelosi y AOC coincidieron en el Congreso. Sin más recursos que un par de asientos y un escritorio de acrílico transparentes, Paulus representa las situaciones en las que ambas mujeres se enfrentan y las vicisitudes que deben atravesar para reafirmar una presencia femenina emancipada de toda opresión machista. Justo es mencionar que un par de pantallas LED son usadas eficientemente para las transiciones entre escenas, como pizarra didáctica y para recrear con imagen y sonido el ambiente físico que prevalece en el Capitolio.
Todos aquellos que sientan una especial predilección por las obras con un carácter histórico recordarán con N/A los acontecimientos que llevaron a la política estadounidense al inestable estadío de su actualidad. Así que antes de ir a sufragar en las urnas el próximo noviembre, pásese al Mitzi E. Newhouse Theater del Lincoln Center para atestiguar un recuento que -sin duda- le ayudará a decidirse por quién votar.