En este año sin precedentes para la producción y exhibición de películas musicales, pareciera que el público se ha empeñado en relegar este género al olvido; a pesar de que ello involucre a grandes directores y nuevas versiones de clásicos de la cinematografía.
En un mundo donde las plataformas digitales brindan a sus usuarios una variada e incesante oferta de productos, ya sean series o películas, resulta difícil entender por qué sus audiencias -tan fáciles de complacer con tan desiguales productos- miran con tanto desdén al género de los musicales.

Pues al efectuar un breve recuento, en este 2021 se estrenaron musicales como Dear Evan Hansen, Everybody’s Talking About Jamie, Cenicienta o Tick, Tick… Boom! y, por primera vez, dos filmes directamente ligados a la comunidad hispana que vive en los Estados Unidos: In The Heights y West Side Story.

Sin embargo, ninguno de estos filmes alcanzó un gran éxito entre el público que acude a la taquilla o desborda los servicios de plataformas digitales (streaming). Si bien es cierto que el género musical nunca ha contado con aceptación masiva, su poder de recaudación jamás se había visto tan mermado como en estos tiempos pandémicos.
Pero nada resulta más sorprendente que el curioso caso de la nueva versión de West Side Story que, aunado a todo lo anterior, ha tenido que lidiar con el escabroso tema de representar -en la actualidad- al puertorriqueño y su contexto político-social.

El propósito de estas líneas no es barruntar sobre dicha polémica, sino resaltar la labor de Steven Spielberg, uno de los grandes cineastas contemporáneos y rescatar la esencia de los elementos cinematograficos empleados en su filme.
La cinta de Spielberg es un interesante ejercicio que demuestra su madurez como cineasta y su habilidad para contar historias en imágenes. Toda la secuencia inicial es una sucesión de postales con las que el director expone el derruido terreno donde los Sharks y los Jets medirán sus fuerzas. Un alegórico reflejo de la decadencia de los valores sociales que prevalecen entre sus habitantes.
Destaca también el empleo del claroscuro que imprime a las tomas un dramatismo muy necesario para desarrollar la tragedia amorosa y social en la pantalla. Y en este juego de luz, el grano reventado confiere al filme una nostalgia propia de la década de los cincuenta. Afortunadamente, Spielberg es un experto en la creación de ambientes y, con ello, convierte la secuencia de América en un deslumbrante carnaval de luz y de alegría.
Y es que en vez de confinarla a la azotea de un edificio, como en la versión de 1961, Spielberg la inicia allá arriba y con un movimiento decente de la cámara permite al espectador echar un vistazo a los apartamentos de Hell’s Kitchen, convertidos en verdaderas vecindades verticales. Y una vez en el suelo, los protagonistas boricuas recorren las calles, iglesias y hasta el ‘subway’, en una secuencia grabada al más puro estilo de los grandes musicales de la época de oro de Hollywood.
Otro acierto de Spielberg se nota en las coreografías que, tras haber sido modificadas por Justin Peck, confieren a sus personajes de un mayor realismo. Y es que en la anterior versión de Robert Wise, los movimientos inspirados por Jerome Robbins resultaban demasiado estilizados para los propósitos pandilleros.
La diatriba política también ha empañado la dirección musical de Gustavo Dudamel, quien logra una deliciosa interpretación de la partitura de Leonard Bernstein. Y es que resulta indudable que el conductor de orquesta venezolano entiende mejor que muchos la delicada y sutil ‘latinidad’ de las composiciones.
Finalmente, en lo que para muchos seguidores recalcitrantes fue una afrenta, Spielberg otorga a Rita Moreno un nuevo personaje y, al asignarle una de las canciones más importantes, Somewhere, la legendaria actriz transforma esta pieza musical en un himno de esperanza y resistencia.
No es seguro cuál será el futuro de los musicales en las plataformas digitales. Pero donde sí hay certeza es en que, con su adaptación de West Side Story, Spielberg le concede al cine musical una innegable obra maestra.