La experiencia inmersiva de Tomorrowland es una fantástica travesía por tierras exóticas y un viaje lleno de aventuras donde la realidad se expande y se contrae para producir una nueva forma de entretenimiento.
Si bien hace algún tiempo el concepto de realidad virtual se concebía como algo sacado de una novela futurista o de la ciencia-ficción, los avances en ciertos países han propiciado que muchas personas tengan acceso a experimentar esta nueva forma de percibir el mundo. Y durante esta temporada, el WiZink Center de Madrid alberga este paseo virtual que brinda a sus participantes la oportunidad de convertirse en una especie de Indiana Jones de la virtualidad.
Para aquellos exploradores que por primera vez se colocan los visores para adentrarse en el mundo de la realidad virtual, el inicio puede resultar un poco intimidante. Sin embargo, el personal de Tomorrowland es solícito y sus visitantes sienten la seguridad de que estarán protegidos en todo momento de lo que dura el paseo. Estos visores -pieza fundamental para poder percibir la realidad virtual- vienen en una especie de casco abierto que incluye también el sistema de audio personalizado para cada participante avance a su propio paso.
Quienes nunca hayan experimentado con la realidad virtual encontrarán en el recorrido una emocionante aventura que involucra a varios sentidos: incluyendo al equilibrio. En uno de los pasajes de la historia, hay que ‘viajar’ a alta velocidad y a pesar de que uno se queda inmóvil, la percepción de movimiento hace que uno pueda incluso ‘sentir’ el viento en el rostro.
La historia que se narra en La gran biblioteca del mañana es sencilla: se tienen que recorrer los niveles del recinto para desentrañar los secretos del universo. Sus participantes avanzan conforme van abriendo puertas y recolectando los conocimientos que cada ambiente ofrece. El recorrido se enriquece conforme se experimenta con cada estímulo que surge a cada paso: se pueden ver videos, leer manuscritos e incluso escuchar segmentos de los conciertos antes ofrecidos. De esta manera se avanza al Laberinto y para posteriormente acceder al nivel final llamado Melodía.
Quizá la enorme valía de una experiencia inmersiva como Tomorrowland es que permite la colaboración de sus participantes. En varias ocasiones los exploradores se encuentran con otras personas y resulta sumamente interesante que, sin ver sus rostros, se les puede identificar debido que la realidad virtual asigna un número para cada diferente participante. Luego entonces, aquellos que vayan en pareja o grupo pueden apreciar los mismos ‘secretos’, aunque deberán de tomar turnos, pues cada estación solo permite la entrada a una persona.
Los visitantes terminan su paseo virtual de buen ánimo y muy emocionados. Personalmente, me conmueve afirmar que esta primera experiencia inmersiva hizo que mi niño interior se fascinara explorando universos pletóricos de fantasía… Algo poco común en la realidad ‘a secas’ de nuestro actual planeta.