El aire de Los Ángeles en primavera se caracteriza por ser cálido y semi árido; sin embargo, lo que se respira últimamente es algo denso y pesado. Los helicópteros y el humo se replican en todas partes. La incertidumbre y la indignación acaparan nuestros pensamientos. Razones no faltan: ante la muerte de George Floyd –producto de la brutalidad policial– una gran oleada de protestas antirracistas estallaron alrededor de los Estados Unidos.
A esto le sumamos una pandemia que sigue avanzando y un gobierno que se desempeña de manera totalmente insensible.
Ahora bien, ¿qué sucede si no hablamos de racismo? Bueno, podría describirlo de muchas y extensas maneras pero –para sintetizarlo y utilizando términos del área de la Psicología– sucede que lo que callamos se convierte en síntoma. Y, aunque lleve tiempo, al síntoma hay que tratarlo para poder curarlo.
Por tal motivo, me pareció de gran importancia escribir sobre este tema ya que, la moda y el vestuario en el mundo del espectáculo no han recorrido sus particulares caminos exentos de racismo y discriminación.
Hemos naturalizado tanto las prácticas racistas que incontables situaciones han pasado desapercibidas o las hemos asimilado como algo absolutamente normal en nuestra vida cotidiana. Y nos ha sucedido a todos.
Decido ponerme a prueba en el campo que me apasiona y en el que vuelco mucho de mi interés. Establezco nombrar en voz alta a todos los diseñadores de moda y vestuario afroamericanos que conozco: “¡Patrick Kelly! ¡Ruth Carter! ¡Paul Tazewell!”… Silencio total. Miro hacia el techo en un esfuerzo por recordar más nombres. Nada. Busco en las páginas de algunos libros sobre moda y diseño de vestuario con la esperanza de refutar mi falta de información y respuestas. Nada. Entonces comienzo a entender que no sólo se trata de mi falta de conocimiento o de atención suficiente sobre el tema, sino que este contenido se ha estado obviando de manera sistemática; y que reconocidos libros no incluyan la obra y el legado de artistas afroamericanos puede ser traducido como uno de las tantos ejemplos que forman la punta del iceberg del racismo.
Comienzo con los tres diseñadores que mencioné anteriormente: cuando vivía en Nueva York recuerdo haber concurrido a un simposio llamado Black Fashion Designers que FIT (Fashion Institute of Technology) brindó por aquel tiempo. Allí pude tener mi primer acercamiento a los famosos outfits del genial Patrick Kelly caracterizados por corazones gigantes, botones de colores, moños, rostros, estrellas, entre otros motivos. Él desarrolló su carrera en Paris y fue el primer diseñador norteamericano en formar parte de la Cámara Sindical Francesa de Diseñadores de Moda de ese país.

Pasando al campo del cine y la televisión, nos encontramos con la brillante Ruth Carter quien, además de ser la diseñadora de vestuario de numerosas películas del inigualable Spike Lee, es también reconocida por ser la creadora de los trajes y accesorios de la película Black Panther: trabajo que le valió un premio Óscar. Recuerdo que vi el film en el cine y lo único que pensé camino a casa fue en lo extraordinario de su labor.

Y llegamos al talentoso Paul Tazewell. Él basó su carrera en el mundo teatral y formó parte de importantes producciones como Memphis, The Color Purple, A Streetcar Called Desire, entre otras. Es el flamante ganador del premio Tony por sus diseños en la obra Hamilton, en mi opinión, una de las obras de teatro más importantes de los últimos tiempos.

Con el correr de los días, comencé a explorar otros espacios y fuentes de información, y encontré bastante material que no sólo habla de la comunidad afroamericana y la moda, sino también de la profunda conexión con el racismo, la segregación, la lucha, la resistencia y las historias de vida.
Por ejemplo, la diseñadora de modas Ann Lowe era bisnieta de una esclava. Logró abrir su propia tienda en Harlem hacia 1950 y diseñó –entre tantos otros– el vestido de novia de Jacqueline Kennedy, quien jamás le dio crédito por su trabajo al ni siquiera mencionarla.

En esa misma época, Zelda Wynn Valdes vistió desde personas de color discriminadas en numerosas tiendas hasta grandes estrellas de la música y el cine. Fue también la creadora de los famosos atuendos de las conejitas de Playboy. Sin embargo, esta diseñadora muchas veces fue denominada con el rótulo de costurera.

Además de estas dos figuras significativas, los invito a chequear el trabajo de artistas de la moda y el vestuario como: Willi Smith, Dapper Dan, Stephen Burrows, Scott Barrie, Ruby Bailey, Carl Jones, Carly Cushnie, Aurora James, Shiona Turini, Kerby Jean- Raymond, Karl Kani y la lista definitivamente sigue.
Por otra parte, hay documentales interesantes e informativos que hablan sobre la moda, el vestuario y el mundo del espectáculo siguiendo la visión de la comunidad afroamericana que, a su vez, hacen una muy clara referencia al racismo y la segregación que han sufrido a lo largo de los siglos. Algunos de ellos son: “Fresh Dressed”, “The Gospel According to Andre”, “Black Face and Hollywood”, “History of Fashion: Iconic Designers, Black History”, “A Century of Black Cinema”, “They’ve Gotta Have Us”.
Y algunas de las organizaciones focalizadas en moda, vestuario, arte, y creatividad con las que podemos colaborar son: Black Artists and Designers Guild, Black in Fashion Council, 15 Percent Pledge, We see you W.A.T, Black Design Collective, Women’s Center for Creative Work, por mencionar algunos.
El propósito de este artículo es múltiple: que sirva como reseña práctica o fuente de información y consulta atemporal, que permita amplificar las voces del talento afroamericano, que inspire al lector a querer investigar aún más sobre el racismo, su historia y nefastas consecuencias, que pueda ser utilizado como instrumento en la autoeducación para así poder desafiar nuestras propias limitaciones, ignorancia y zona de confort al adoptar una posición antirracista y, finalmente, para recordar que el racismo sistemático se sufre alrededor del mundo y debe ser tratado como un problema global.