Fotografía por Fernando Gazzaniga
Fotografía por Fernando Gazzaniga

Una esquina de ensueño para paladares exquisitos

Cuando la combinación de espacio y menú se unen, nada sale mal. Un espacio que nunca decepciona; delicioso, de precios accesibles y con una atmósfera inigualable. Conoce la esquina que no falla.
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Lugares para degustar de buenos platillos hay cientos en la gran ciudad. La oferta gastronómica en Nueva York es enorme, inclusive en estas épocas donde la pandemia ha hecho estragos en el sector restaurantero.

Y la propuesta de hoy es Tartina, un restaurante ubicado sobre la avenida Ámsterdam, al pie de la majestuosa catedral Saint John the Divine, justo en la esquina con la calle 111.

Este pintoresco restaurante, que en las épocas más duras de la pandemia (cuando podían ofrecer cenas en la terraza) habilitaron un bellísimo espacio en la acera, donde la mezcla de madera, las pequeñas bombillas cruzándola de un lado a otro y la vegetación de la zona cerca a Morningside Park, con la catedral de fondo, crean la atmósfera perfecta para una cena a la luz de las velas.

La carta es variada y va desde antipastos, sopas y ensaladas como entradas, hasta pastas, carnes y arroces como segundos.

La opción de antipasto como la parmigiana sorrentina (berenjena gratinada al horno) es exquisita. Y los calamares fritos vienen en su punto tanto en jugosidad como en cantidad. Sin embargo, como original y además deliciosa, está ‘verdure miste’; una mezcla de calabazas, pimientos, calabacín y berenjenas cocidas en su propio jugo y servidos con mozarela de búfala por encima.

Dentro de los platos fuertes hay muchos y muy buenos. El pollo al mattone hecho en horno de leña acompañado de papas no tiene pierde. Y los ravioles caprese (hechos a mano con espinaca y queso padana) son una delicia que se deshace en la boca. La cantidad es justa, aunque si sirvieran un plato más abundante no estaría mal porque uno siempre queda con ganas de más.

Pero quienes se llevan un aplauso y dedicatoria especial son las dos versiones de arroces que tiene la carta. El risotto del día (depende de las opciones del mercado), aunque por lo general es con frutos de mar. Cargado de mariscos con un sabor inconfundible la porción es más que generosa y el punto del arroz es exacto.

Y el arroz con calabaza y almendras que se lleva todas las estrellas, incluso, si queda algo de pan en la panera, invita a pasar una rodaja para ‘limpiar’ lo último que quede en el plato. Un típico risotto al que preparan con una crema de calabaza y queso de cabra y es servido con almendras fileteadas por encima. Un arroz en su punto y, sobre todo, con una mezcla de sabores que es altamente recomendable.

Eso sí, para aquellos amantes del dulce; sorpresivamente, no hay postres en la carta. Ni siquiera opciones por parte del mesero. Así que, si la idea es coronar una maravillosa cena con algo dulce, no cuenten con ello en Tartina.

Los vinos blancos van desde pinot grigio hasta pecorino orgánico de la región italiana de Abruzzo. Y dentro de los tintos, desde un primitivo de la región de la Puglia hasta un Montepulciano. También hay una gran variedad de cócteles y bebidas blancas, si la idea es comenzar o cerrar la cena con un trago más elaborado.

Cerca a la Universidad de Columbia, los fines de semana la avenida se cierra al tráfico transformándola en un paraje silencioso e ideal para una buena salida. Así que si están armando plan para este próximo fin de semana, donde la buena comida sea la protagonista, apúntate esta opción y luego nos lo cuentan.

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