La compañía teatral dirigida por Guillermo Cacace debutó en Nueva York como parte de la iniciativa escénica Next Wave de la Brooklyn Academy of Music (BAM) con el montaje de Gaviota, en una sublime versión del texto clásico de Antón Chéjov adaptada por el dramaturgo Juan Ignacio Fernández.
Esta Gaviota despliega sus alas con una íntima propuesta en la que cinco actrices se sientan a la mesa para encarnar a todos los papeles, soslayando género y edad de los personajes. Estas intérpretes son: Clarisa Korovsky, Marcela Guerty, Paula Fernández MBarak, Muriel Sago y Romina Padoán, quienes en todas las presentaciones se apostan a cada lado de la enorme mesa desde donde -sin tener contacto físico- se miran, se hablan y se disectan exacerbadamente ante el desasosiego de los miembros de la audiencia que han sido convidados a sentarse a su lado.
Previo a su inicio, Gaviota incluye una narración sobre su origen prepandémico y sus agónicos esfuerzos de pervivir a tales restricciones creativas. En su mensaje, el director aclara al público que durante un par de años su elenco ensayó desde la distancia, antes de encontrar su formato actual.
La más joven actriz del elenco, Muriel Sago, interpreta al atormentado Kostia, en un ejercicio actoral que se relaciona más con aprehender al propio Chéjov a través de la familiaridad compartida con sus personajes. Al término de la última función en la Gran Manzana, Sago se tomó un rato para reflexionar sobre las presentaciones neoyorquinas de Gaviota.
“Hay algo que juega a favor en el hecho de que sea un clásico que todo el mundo ya vio y visitó miles de veces. Es un territorio ganado, sobre todo en países de habla no-hispana, donde la obra se subtitula, en donde la atención cobra otra inmediatez en la conexión. Podés prestar más atención a aquellos detalles planteado en la adaptación, en contraste con la original. En ese sentido, está buenísimo que sea una obra tan conocida porque los contrastes en esta propuesta hacen que haya más elementos que saltan a la vista y deja en altorrelieve lo sensible, que es lo que queremos compartir”.
El proceso creativo de esta obra tiene una peculiar característica que la llevó por un largo viaje creative hasta materializar el concepto actual que tiene el montaje.
“Como lo cuentan en la introducción, el director arrancó en 2020 y se proponía tener ensayos presenciales. Por supuesto, como cualquier proyecto de ese momento, tenía la ingenuidad de esa época. Y cuando cae la pandemia se continúan los ensayos por Zoom, que era lo que en ese momento se podía. Entonces, con ese formato se crea una mística que deriva en este dispositivo en específico. Y es algo que, a la fecha, el grupo comenta y reflexiona: de alguna forma lo que tenenemos ahora es el resultado de muchas pruebas que se hicieron en sus orígenes, incluso el director la había propuesto más a la italiana con proyecciones y circuitos cerrado de TV. Se tenía otra idea.
“Mas también hay algo en el orden de la serendipia, como el hallazgo que apareció en una ocasión cuando una de las actrices tenía que irse de viaje. La asistente de dirección no podía estar y era quien operaba toda la técnica. Entonces, el director propuso que igual el ensayo se sostuviera porque iba a ser el último en un tiempo y se probó a hacer esta lectura en torno a la mesa, que fue mucho más potente y le evidenció al director que ahí había algo particular y único en esa red. En esa disposición física en donde las actrices se ven a sí mismas, una con la otra y en ese entramado circulaba una potencia superadora. Y eso fue un hallazgo que todavía conservaba esos vestigios del Zoom, como en esos primeros planos de la dirección y el hecho de no poder tocarse entre los cuerpos”.
En Gaviota das vida a un personaje que difícilmente podría estar más distante de tu realidad. ¿Qué podrías detallar sobre ese ejercicio actoral?
“Originalmente, cuando comenzaron los ensayos y al inicio de todo el proceso, a este personaje lo encarnó Pilar Boyle, que es una actriz argentina extraordinaria, emigrada a México recientemente. Entonces, yo entré invitada por el director y por ella a tomar un poco de tránsito o el delineado que hacía ella en la obra.
“El desafío para mí fue, puntualmente, entrar a un proceso que ya había iniciado. Un proceso de trabajo que ya llevaba un tiempo y ver a una actriz extraordinaria hacer un rol extraordinario, con un montón de altibajos emocionales. Así, debía montarme sobre ese recorrido y después, por supuesto, apropiármelo e ir asociándolo con aquellos lugares en donde el personaje y su complejidad emocional resonaban en mí, por supuesto.
“Chéjov además es brillante y a cada personaje lo escribió con una complejidad y una ambivalencia y una humanidad deslumbrante. Entonces, no es difícil encontrar esos lugares en donde uno dice: ‘ese podría ser yo’.
“En La insoportable levedad del ser hay una frase de Milan Kundera que me gusta muchísimo. ¿Viste que él mete la voz autora en cada tanto del relato? Pues hay una frase que dice: ‘Los personajes de mi novela son mis propias posibilidades que no se realizaron’. Entonces, en el teatro hay un poco de eso, ¿no? Uno siempre hace un personaje a partir de alguna característica o un aspecto un poco más radicalizado. Por supuesto, no se trata de uno mismo, es una ficción y uno está jugando como un niño y sí, te prestas a jugar con toda la fuerza de la imaginación y el deseo de creer en eso que estás construyendo con tus compañeras en trabajo de equipo.
“Pero hay algo que me gusta mucho de esa definición del personaje: no podés hacerlo sino hay algo tuyo que se identifica con eso que estás construyendo. Debes trabajar por ir más a fondo en un aspecto que -por circunstancias de la vida- no sos eso, pero perfectamente podrías serlo si tus circunstancias hubiesen sido un poco diferentes”.
Quien presencia Gaviota desde un primerísimo plano se percata de todo este trabajo. Tus reacciones son ya biológicas, tal como actuaría este hombre de manera instintiva. Y es que pones a flor de piel todos tus recursos para retratarlo tan pusilánime y la audiencia lo cree. Además, tu labor física convoca al público.
“Eso es muy curioso de este dispositivo porque es una propuesta tan a corazón abierto y la gente está tan cerquita de una, que he tenido un par de interacciones muy particulares con el público.
“Una vez, alguien tomó una servilleta y me empezó a limpiar la cara un poco para cuidarme por todo ese fluido que salía de mí. Y hubo alguien más, hace poco, en Cádiz, en España… Yo lo miré y acercó su dedo para recogerme una lágrima de la mejilla, con una delicadeza absoluta.
“Y esas son como pequeñas joyas que permite esta propuesta y esta plataforma, normalmente las distancias de un escenario tradicional anulan ese contacto, esa intimidad o esa posibilidad. Pero sí, es un trabajo más de dejarse ver por dentro que de volcarlo hacia afuera.
“Porque es tan fuerte y tan potente el texto y es tan concreta la conexión que hay entre nosotras las actrices, eso que nos circula: ese entramado, esas miradas, esas tensiones sostenidas que permiten apreciar una cantidad de detalles que normalmente ocurren, como si fuera fisiológico. Como no tenés a donde escapar porque no hay un detrás de escena, unas bambalinas, todo está ahí al frente, expuesto de alguna forma”.
Tras una larga gira por todo el mundo ¿se puede decir que la reacción del público es siempre la misma? Los presentes se quedan abatidos tras el final, casi petrificados, paulatinamente recobran el aliento y poco después comienzan a aplaudir, porque se tardaron…
… “Un montón, sí. Eso es muy curioso también. Circulamos por ciudades distintas y es muy lindo ver los tiempos de la audiencia en cada lugar y atestiguar cómo la obra termina resonando. Hay algo de ese final que es… no sé, algo que tiene que decantar, que está como sostenido en una tensión asfixiante y que va decantando porque lo necesitamos las actrices y lo necesita el público también”…
… Y es como una olla en su punto de ebullición y entonces hay que esperar tras apagar la llama.
“Total. Es algo muy hermoso, es casi un ritual propio del Teatro. Donde se comparte un tiempo en comunión, una fracción común y es un pulso que circula entre la audiencia, en el público. En algún momento, el público como un ente común entiende que quiere aplaudir o que lo necesita y eso va variando de acuerdo con cada función.
“Creo que, en ese sentido, el tiempo más extenso que tuvimos fue en Países Bajos. Ahí fueron no sé cuántos minutos después de la música; quizá cinco minutos más, con toda la gente sentada alrededor de una mesa, terminando de procesar algo que eligió compartir. La gente suspendió su cotidianidad por dos horas, vino a compartir teatro y encontró en eso algo que repercutía sensiblemente en sus cuerpos.
“Esto es prueba de que no hay nada más fabuloso que pueda hacer el arte y el teatro en particular: invitar a una suspensión del tiempo. Y en esta obra se siente sobre todo en ese final”.
Es muy apropiado afirmar que es una reacción muy característica del teatro. Y hablando de personajes, si tú pudieras interpretar alguno de los papeles de tus compañeras, ¿cuál te gustaría explorar?
“Bueno, esto ya nos pasó en España. Clarisa Korovsky que hace de Masha, no podía terminar los últimos dos destinos, no los podía hacer. Fue una gira de varias ciudades. Entonces, llamamos a Pilar Boyle, quien hacía originalmente Kostia, para para cubrir esas funciones haciendo de Kostia y yo pasé a ser Masha.
“Fue una experiencia alucinante y extraordinaria porque el cambio de personaje fue instantáneo. Y con una gran impronta, por supuesto que es difícil quitarse la piel del personaje, pues llevaba meses y meses haciendo de Kostia y al recrear a otra personalidad, no se puede evitar que esas vivencias se cuelen a ese otro personaje. Entonces, fue una Masha muy distinta también”.
Y es que el arte del teatro es maravilloso es ese sentido: en cada representación se pueden otear detalles distintos del montaje.
“Claro, esa es la magia del teatro. Y fue hermoso tener esta increíble experiencia en una misma obra, con esta disposición escénica, cambiando de posición en la mesa, decir otros textos y mirar las escenas que yo hacía antes desde la perspectiva de otro personaje. Eso es un privilegio.
“Y después, no sé, quizá a nivel lúdico me gustaría hacer todos los personajes. En algún momento hemos considerado -a nivel chiste, pero muy seriamente- la posibilidad de hacer rotaciones. Puesto que es una obra que lo permite, porque en esta propuesta no están tan ligadas las edades o los géneros. En ese sentido se rompieron tales restricciones: yo soy mujer, hago de un personaje hombre; Masha se supone que es un personaje joven y la hace una actriz que es más grande… Como que hay muchas libertades tomadas en ese sentido. Entonces, si bien se debe respetar tu rol, la clave está en que se tiene que circular -a nivel sensible- lo que está ocurriendo ahí”.
Mas en esta Gaviota se rompe todo estereotipo establecido para sus personajes y los exponen a tal grado que los dejan al desnudo. Y eso es lo que conmueve al teatro entero.
“Es que es eso, hay algo de esta propuesta que es como abrirse el cierre de esa piel que llevamos todos los días en la calle, en la vida, y que cada vez es más gruesa porque hay que protegerse de este mundo que es tan hostil.
“Y de repente, el teatro invita a sacarse esa muda de piel y quedarse con algo más finito, más delicado, más sensible, más vulnerable, que resuena y que repercute con más facilidad, sencillez. No sé… En realidad, el mundo es muy hostil y muy cruel. Y normalmente tenemos que clausurar esa porosidad, porque realmente es insoportable.
“Y es en momentos y contextos así, como los que propone el teatro y en particular esta obra, cuando uno puede decir bueno, me quito esa coraza que necesito para sobrevivir en la calle y me permito otras resonancias”.
Y finalmente, ¿qué te dejó esta experiencia con el público neoyorquino? Porque hubo una peculiaridad lingüística, sin precedente, en este montaje de Gaviota para el BAM.
“Bueno, es muy curioso, porque nos dijeron que es la primera vez que se hace una obra en español sin subtítulos, en el BAM, como una decisión realmente social, política… Eso nos hace sentirnos muy honradas. Y lo curioso es que, normalmente viene una comunidad hispana, pero también gente que solo habla inglés… Y sin embargo, es muy extraño ver cómo esta obra sin subtítulos, porque también es la primera vez que lo hacemos sin traducción en un país no hispanohablante, de igual modo resuena en esos cuerpos y se dejan conmover y comparten eso que les pasa con una sensibilidad y una entrega absoluta. Eso es hermoso.
“Tampoco habíamos hecho tantas funciones seguidas. Por lo que hay un montón de novedades que nos trae haber hecho la obra acá en esta ciudad increíble que no para, que es una furia: con metro las 24 horas, con todo abierto, donde todo el tiempo está ocurriendo todo y en todos lados al simultáneamente. Y es hermoso ver cómo la gente se permite igual hacer una pausa en esa vorágine y venir a compartir algo así con tantas procedencias en un crisol tan enorme de etnias, de naciones, de nacionalidades. Entonces, a nosotras esta experiencia nos trajo un sinfín de revelaciones en varios estratos: sociales, raciales y, desde luego, de lenguaje”.